Portofino ha sido sin duda un destino que no olvidaré nunca. El fin de semana sorpresa más romántico y divertido que he pasado nunca y la mejor sorpresa de mi vida.

Hace un año Juanje me pidió de nuevo que me casara con él. Después de 25 años juntos, quería volver a casarse conmigo ¡tendré suerte yo! y para pedírmelo eligió el destino más romántico y bonito que pueda existir.

Dos días antes de salir, me dijo «el jueves a las 4 tienes que estar lista. maleta con algo de playa y algo arreglado con mucho glamour. No te voy a decir a dónde vamos pero te diré que hay playa y que no hemos estado nunca».

Solo esas dos frases fueron suficientes para iluminar mi cara y hacer brillar mis ojos «¿Una sorpresa?» pregunté. No contestó. Inmediatamente llamé a mi hermana (que lo sabía pero que no me dijo nada) «Eso es que te va a llevar a Cuenca» me dijo entre risas, «Chanchi ¿pero cómo a Cuenca, mema, allí no hay playa, además no me va a organizar algo sorpresa para llevarme aquí al lado ¿no?».

Así que sin pistas y sin tener ni idea pero con el corazón a mil, a las 4 de la tarde de ese jueves estuve lista. Llegamos al aeropuerto y estuvimos mareando la perdiz hasta que justo cuando iban a cerrar el vuelo, me llevó a la puerta de embarque «Bérgamo» «¿Pero no íbamos a un destino nuevo? Pregunté. Sí contestó, así que estaba claro que el destino final no era Bérgamo porque ya habíamos estado.

Al llegar cogimos un coche de alquiler para iniciar un viaje de 2 horas y media que duró 4 porque la carretera estaba en obras. Ni idea de mi destino hasta que un policía nos preguntó a dónde íbamos para ayudarnos a llegar por una ruta alternativa: destino final «Portofino» y mi cabeza ya solo podía pensar en uno de los sitios más románticos y bonitos del mundo, con el que había soñado muchas veces y en el que no tenía ni dea de lo que iba suceder.

Llegamos al hotel Splendido Mare, casi a las 3 de la mañana y nos estaban esperando con champagne, unos bombones  y la habitación más bonita que podáis imaginar con vistas al puerto.

A la mañana siguiente tocó madrugar en el paraíso. Desayuno y salimos caminando del hotel en dirección al puerto «Buongiorno, Signor Peláez» nos saludó un «capitano» que nos estaba esperando en la corvetta de madera más bonita que podáis imaginar. Eran las 10 de la mañana cuando zarpamos para disfrutar de la zona desde el mar y recorrer las calas más bonitas en un mar azul profundo como no había visto antes nunca y que recordaba totalmente al azul Armani, ese azul profundo italiano que siempre hace pensar en verano.

Si visitáis la zona no dudéis en hacer esta excursión en barco, Podéis hacerla privada como nosotros o podéis contratar el recorrido en grupo y visitar como nosotros San Fruttuoso con una de las playas más bonitas de Luguria y  donde buceamos para ver uno de los monumentos más increíbles que haya visto nunca en el mar: el Cristo del Abismo, una espectacular estatua de bronce a 17 metros bajo el agua que se considera el cristo del océano. Fue nuestro primer baño en la Liguria y completamente inolvidable.

También visitamos Camogli uno de los pueblos pesqueros más bonitos de la costa de Liguria a solo 15 km de Portofino con sus balcones de colores y su puerto lleno de barcos de pesca que me conquistó el corazón.

Llegamos de vuelta a Portofino después de haber disfrutado de una mañana de mar, sol y prosecco disfrutando del «dolce far niente» para comer en Da I Gemelli, unos de los restaurantes más populares del puerto de Portofino donde tomamos Spaghetti con gambas de Santa Margarita y troffie al pesto (comida ligera porque teníamos mesa reservada a las 7 en «no te lo voy a decir».

Tras comer, pasamos la tarde visitando Portofino. Sus calles son ideales salpicadas de tienditas pequeñas y algunas con mucho glamour y donde las bouganvillias tienen los colores más bonitos que podáis imaginar.

Subimos a ver el Castello Brown, sito en lo alto e la colina y desde el que la vista de Portofino es una de las estampas mas bonitas de Italia. Tambiñén pudimos ver (desde lejos) las villas que Dolce y Gabana tienen en la zona con los jardines son espectaculares.

De vuelta al hotel «ponte guapa y elegante pero no me tardes» Un coche nos recogió para llevarnos al sitio más bonito y romántico que exista en Italia y que había visto tantas veces en fotos.  «Buona sera, Signor Peláez»

«Ummm ¿cómo?, ¿Pero te conocen aquí?» Sí» contestó «de tantas veces que he tenido a medio mundo pendiente de todos los detalles de hoy, espera y verás».

Y ahí estaba yo, en el mismo sitio donde había visto a tantos famosos, en una mesa junto a la veranda, con una vista de película, y la emoción a flor de piel. Una cena increíble con música de piano en directo. Terminamos de cenar y Juanje fue al baño. Al volver llegó le momento mas mágico y romántico que he vivido en mi vida. Aún no se muy bien cómo, rodilla al suelo, yo empecé a llorar y me puso en el dedo el anillo que significaba que después de 30 años juntos, sería siendo el mejor, ese que se había tomado todas las molestias en preparar un fin de semana mágico, sorpresa sin que yo tuviera ni idea y con todos los detalles pensados para que aún hoy siga dudando de si realmente pasó o fue un sueño. Obviamente dije que sí.

A la mañana siguiente nos fuimos a Cinque Terre y prometo traeros pronto la ruta que hicimos. Al volver a Portofino después de un día fantástico, nos arreglamos y fuimos a cenar al puerto. Juanje había reservado en el restaurante Pescefino, el último restaurante del puerto delante De la Iglesia de San Giorgio un poco antes de la subida al castillo. Pescado y marisco en un restaurante sembrado de lucecitas, como todo le puerto y que ha sido de los sitios mas bonitos del. mundo donde hemos cenado

A la mañana siguiente tras el desayuno en el hotel, decidimos alquilar unos kayacs y pasar la mañana remando de aquí para allá, recorriendo al costa de Portofino, sus calas y rincones imposibles de acceder desde tierra. Fue una excursión a nuestro aire y resultó un planazo con mmil palos en todos los rincones y muchas risas. Chica feliz. Más feliz imposible diría yo.

En el hotel nos prepararon un picnic para el coche porque ya tocaba volver al aeropuerto. Un fin de semana que aún hoy me hace llorar y reír a partes iguales. Qué bonito Portofino y qué bonito el amor cuando de tiene guapetones. 

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