«Hay que perseguir todos nuestros sueños, porque nunca se sabe cuáles podrían hacerse realidad»

Todos los sitios que he visitado en mi vida me han aportado algo, me hayan gustado o no, de todos he aprendido, pero hay sitios que te sorprenden y que aunque lleves toda la vida queriendo ir no te decepcionan. Uno de esos sitios es Hong-Kong.

Llegué a Hong-Kong después de estar quince días en la China auténtica, en la imperial de dinastías con siglos de historia, en la China en la que no probé casi la carne (salvo la de ave). Llegué y me tiré literalmente a los brazos de una súper hamburguesa en el Hard-Rock Café, lo que significaba que habíamos dejado atrás la ancestral cultura china para sumergirnos en un «país» aparte, más occidental pero igualmente impresionante. Porque aunque Hong-Kong sea ciudad china desde que el Reino Unido cediera la ciudad en 1997, comparada con el resto de China parece más un país diferente que una Región Administrativa Especial.

Lo primero que el visitante ve de esta grandiosa ciudad son sus rascacielos. El skyline de Hong Kong es en mi opinión, aún más impresionante que el de Nueva York. No solo por sus diferentes y numerosos edificios, sino sobre todo por ese juego de luces que tienen. Cada lunes, miércoles y viernes noche, sintonizando la emisora 103.4 de FM, podremos escuchar distintas sinfonías que encenderán y apagarán armónicamente al son de la música las luces de más de 40 rascacielos a los dos lados del puerto Victoria. Un espectáculo único en el mundo que nos dejó con la boca abierta.

Pero Hong Kong no son sólo vistas impresionantes (desde casi cualquier punto de la ciudad, tanto desde la zona peninsular de Kowloon, como desde Victorias´s peak). Es también una mezcla de China, Reino Unido y Naciones Unidas. Un punto de encuentro para todos los occidentales que viven en Asia y para todos los chinos ávidos de un occidente situado a solo un paso de sus vidas.

Sin duda hay que subir al pico Victoria para disfrutar de unas inmejorables vistas de la ciudad, hace ya tiempo tan grande que ocupa ya tres islas principalmente: La isla de Hong Kong, los Nuevos Territorios y la isla de Lantau donde se sitúa el aeropuerto. Hace unos años, el aeropuerto se situaba en pleno centro de la ciudad, en una lengua de terreno ganada al mar (en esto los ingleses son expertos, porque se parecía mucho al aeropuerto de Gibraltar), con mar a ambos lados de la pista y con un montón de rascacielos situados al final de la pista de aterrizaje (un aterrizaje de infarto). Pero hace ya muchos años que el aeropuerto se trasladó a la isla de Lantau. Uno de los más modernos del mundo, dotado de unas increíbles instalaciones y unas medidas de seguridad que te trasladan literalmente a otro mundo donde arcos de seguridad detectan si eres portador de algún virus contagioso.

Si tenéis tiempo no podéis dejar e visitar el zoo donde viven una colonia de mimados osos panda en cuya parcela, cerrada y con aire acondicionado no se puede beber, hablar ni usar cámaras ruidosas o con flash porque a los osos no se les puede molestar. Solo comen cañas de bambú llevadas cada mañana en avión desde las llanuras chinas. Se encuentra en Ocean park, dividido en dos montañas y por las que nos podemos desplazar en funicular (con unas vistas espectaculares del océano)

Hong-Kong es la ciudad ideal para pasear, para ir de compras, salvo que vengáis de China en cuyo caso todo os parecerá carísimo como a mí. No solo las calles principales están llenas de tiendas donde comprar perlas, sedas y objetos de última generación tecnológica. El centro comercial abierto junto a la terminal de cruceros es una auténtica maravilla, y aunque sus tiendas son caras, también es muy alto el nivel de calidad que ofrecen sus tiendas. nada que ver con lo que ofrecen muchas de las tiendas situadas en el centro comercial.

Es además, una ciudad ideal para comer y dormir bien. Con algunos de los mejores hoteles del mundo, como el «The Peninsula» donde podrías tomar a las cinco un té inglés que nada tiene que envidiar al del Ritz de Londres. Podréis comer como un rey, ya sea comida tradicional china, occidental, marisco o carnes. Un lujo para el paladar que disfrutar en un entorno increíble.

Y como Hong-Kong es una de las reinas del street food, hoy os presento un plato muy callejero, pero italiano. Se llaman supplì y en Roma se toman por la calle. Los romanos lo llaman también telefonino, porque al abrirlos por la mitad, se forma un cordón de mozzarella entre un trozo y otro. Cuando cocinan el risotto (mira otra receta aqui), suelen quedar sobras que pasado el rato forman como un engrudo de arroz. Los probe en Fortino, en Platea Madrid (el nuevo espacio gastronómico de la capital), y me gustaron tanto, que no he parado hasta conseguir hacerlos en casa. No dudéis en probarlos cuando vayáis por la capital.

Esas sobras son las que ellos usan para hacer los supplì (ver aquí la receta). Mi hijo dice que es una pena porque el risotto en sí está buenísimo, y que si por él fuera se comería el risotto tal cual, pero a mi me parece un entrante o aperitivo muy original y delicioso que sorprenderá a todos vuestros invitados. ¿A todos? Bueno a todos no, ¡a los romanos seguro que no!

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.

ACEPTAR
Aviso de cookies

Pin It on Pinterest