El fuerte no es el que nunca se cae, sino el que siempre se levanta

La ciudad de Budapest es una de las más bellas que hay en Europa. Capital de Hungría, es una ciudad que ha sabido conservar el esplendor de los años del Imperio Austro-Húngaro. En su origen eran dos ciudades distintas a cada lado del Danubio: Buda y Pest, que pasaron a conformar la actual. El río Danubio la traviesa con su gran caudal (un ancho de más de 200 mt), dándole a la ciudad un estilo único.

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La primera vez que visité la ciudad yo era estudiante y el país acababa de dejar el comunismo para acercarse a la democracia. Era una ciudad triste y oscura donde sus habitantes te sonreían siempre pero por contra, era imposible comunicarse con ellos. Nadie hablaba inglés y lo único que se podía comprar eran productos artesanales de madera y cristal checo. Eso sí, la comida me encantó y me sorprendió la magnificencia de sus edificios que me recordó a la belleza de París… Veinte años después volví a visitarla y la encontré cambiada. Grandes hoteles, tiendas carísimas y unos pasteles para morir hicieron de mi estancia un sueño inolvidable.

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Budapest es un destino pintoresco lleno de tesoros históricos. Muchos de los edificios de la ciudad están reconocidos como Patrimonio de la Humanidad: el Castillo, el Palacio Real, la Iglesia de San Matías y el Bastión de los Pescadores, el Puente de las Cadenas y el Parlamento; así como el metro del Milenio son algunos de ellos.

Yo voy a hablaros hoy de uno de mis lugares favoritos: la colina del Castillo, en la parte de Buda. Desde Pest podéis ir andando, cruzando el Puente de las Cadenas, y coger el funicular para subir o también podéis lanzados, como hice yo, a hacer andando el recorrido por la colina para ganaros un suculento goulash (plato típico húngaro).

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El primer castillo real fue construido en el Siglo XIII pero la edad de oro de la colina del castillo fue en el siglo XV, después de las bodas del rey Matías Corvino y Beatriz de Nápoles en 1476. Muchos artistas y artesanos italianos acompañaron a la nueva reina, y Buda se convirtió en una importante urbe europea. Después de la ocupación turca, Buda estaba en ruinas y los reyes decidieron construir una nueva ciudad barroca y la colina del castillo pronto se convirtió en el distrito de gobierno. Durante la Segunda Guerra Mundial, Buda fue bombardeada y destruida, teniendo que ser reconstruida de nuevo.

Hoy en día, la colina del castillo está reconocida como Patrimonio de la Humanidad, y cuenta con muchos lugares de interés que hay que ver: arcos góticos, casas barrocas del siglo XVIII o sus calles empedradas. A pesar que el área ha cambiado mucho desde la construcción a comienzos del siglo XIII, sus principales calles todavía siguen sus caminos medievales. Algunas casas datan de los siglos XIV y XV y casi todas tienen una placa que indica el siglo en el que fue construido. Lo sorprendente es saber que en muchas de ellas aún viven sus propietarios, conscientes de tener la suerte de ocupar edificios de cuentos de princesas.

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La colina es también el centro de un gran sistema interconectado de bodegas y cuevas naturales creadas por las aguas termales y en donde los habitantes construyeron pasillos para conectarlas. La población de la ciudad han utilizado estas cuevas durante siglos como almacenes e incluso vivienda, una parte del entramado puede aún visitarse.

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Pero lo más bonito de esta colina es pasear por sus calles empedradas, dejarse atrapar por el ambiente de siglos pasados y descubrir uno poco a poco sus rincones. Por aquí se esconden algunos de los monumentos más deslumbrantes de la ciudad que no podéis dejar de visitar como el Bastión de los Pescadores y la Iglesia de San Matías. Podremos pararnos en cualquiera de los múltiples cafés mágicos y restaurantes donde disfrutar de la magnífica y contundente comida húngara.

Y hablando de platos contundentes… ya conocéis la adicción tan grande que tengo por los libros de cocina. Los compro en librerías, por internet y allí por donde voy. Desde la primera vez que viví en Inglaterra caí rendida ante este típico pastel de carne inglés. Crujiente por fuera y delicioso por dentro. A veces con carne y jamón, a veces con huevos y otras, con verduras.

La receta de hoy está inspirada en la Corned Beef plate pie del libro de Paul Hollywood’s Pies and Puds que compré en mi última visita al Reino Unido. Como siempre, está modificada un poco a mi aire porque usé la carne picada de cerdo que es la que tenía en casa ese día y sustituí algunas verduras. Lo mejor es que mi hijo, al que se le resisten las verduras, quiso repetir y todo. ¿No os lo creéis? Venid conmigo a la cocina y os lo demuestro.

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