Nuestra visita al Monasterio de Piedra ha sido un descubrimiento total. El año pasado pensamos en ir, pero con la mudanza recién terminada, los viajes que teníamos y tiempo que pasa muy rápido, se nos pasó el otoñó sin poder escaparnos.
Pensamos en planearlo para invierno, pero después de leer mucho sobre en qué época era mejor visitarlo, decidimos que sería mejor dejar pasar el año y conocerlo en otoño. Y solo puedo deciros que la espera ¡ha merecido la pena!
Lo planeamos hace unos meses para que todos pudiéramos ir y tener habitación en el hotel porque todo el mundo nos había dicho que merecía la pena quedarse en el monasterio.
El parque está atravesado por el río Piedra que da nombre al Monasterio y en esta época del año está abierto desde las 9 de la mañana hasta las 6 de la tarde.
A finales del S XIX, la huerta del monasterio fue convertida en jardín paisajista y el monasterio en un hotel con hidroterapia.
Hay que comprar las entradas y os recomiendo que lo hagáis con antelación porque en otoño es cuando tiene más visitas.
Es un jardín histórico que pertenece al Monasterio de Piedra y recorrerlo lleva unas dos horas en un recorrido marcado y cerrado así que es fácil de hacer (aunque no se puede hacer con carrito de bebé).
Aquí se creó la primera piscifactoría de España hace 150 años (de truchas) y es que hay agua por todas partes lo que lo hace absolutamente bucólico
El jardín es precioso lleno de cascadas de agua y aunque siempre es una maravilla, todo el mundo nos dijo en el hotel que la mejor época para visitarlo es el otoño. Y es verdad que nos cautivó desde el primer paso. Todos los tonos de marrones, naranjas y verdes en un entorno único lleno de cascadas de agua.
Una vez fuera del jardín hay que visitar el monasterio. Se trata de un Monasterio de la orden cisterciense. Data del S XIII y aunque está derruido en parte, la capilla mayor que ha perdido el techo, sigue teniendo culto y el claustro está intacto.
Es un lugar mágico, en el que el tiempo parece haberse parado y e el que asistir a una misa debe ser algo único. Una maravilla que merece la pena visitar sin duda.
Nosotros nos hospedamos en el hotel y fue un acierto. Está un poco estropeado y aunque no es nada ostentoso, es muy curioso dormir en lo que otrora fueron las celdas de los clérigos.
La comida es muy buena y está en el mismo monasterio, así que resulta un lugar perfecto para completar un fin de semana de naturaleza y arte. Para volver sin duda.