Los castillos de Luxemburgo han sido una de las mayores sorpresas de nuestro viaje por Bélgica, Francia y Luxemburgo. Hacía mucho tiempo que tenía ganas de viajar a Luxemburgo y recorrer sus castillos, y para ello la mejor manera era hacerlo en coche porque resulta la forma más fácil y bonita de visitarlos y realmente fue una sorpresa descubrirlos.

Una vez estábamos en Bruselas y cuando ya habíamos visitado una vez más Brujas, y sabiendo que queríamos ir a Luxemburgo atravesando las Ardenas, estaba claro que teníamos que aprovechar para visitar aquellos pueblos que de alguna manera harían de nuestro viaje un espectáculo.

Viajamos en invierno, con temperaturas bajo cero pero con un sol que cada día nos regaló estampas preciosas. Nuestra ruta venía desde Durbuy (Bélgica), y la primera parada fue Esch-sur-Sûre, al norte de Luxemburgo. Hablamos de uno de los pueblos más bonitos de este pequeño país que tiene una torre fortificada en lo alto de un montículo y que está casi rodeado por el río Sûre. A los pies de la torre surge blanco con sus tejados grises el pueblo. Minúsculo pero precioso. Con una pequeña iglesia y rodeado de bosque.

La siguiente parada fue Bourscheid con el castillo en ruinas más espectacular de todos los que vimos. El pueblo está en una colina. Dejándolo atrás, comienza la bajada hasta llegar al castillo, lo que lo hace aún más impresionante porque surge de pronto antes nuestros ojos.

 

 

Vianden fue la siguiente parada de nuestro recorrido. Entre bosques se erige este castillo gigante que parece aún más grande junto al pequeño pueblo de piedra blanca con tejados de pizarra negra. El pueblo tiene una calle principal (Gran Rue) adoquinada que transcurre junto al río y que lo recorre desde su extremo derecho hasta el castillo. La vista desde arriba, en la colina de enfrente, es espectacular y uno tiene ganas de meterse en la estampa.

 

 

 

 

Tras esta vista increíble, llegamos a Echternach, que es el pueblo con la plaza más bonita de todas. La magia del frío que pasamos esos días, hizo que el suelo estuviera escarchado lo que dio a las fotos una luz increíble. Aproveché además para comprar unas piruletas de chocolate riquísimas en la única pastelería que había en la plaza. Unos cubos de chocolate de mil sabores, con una cuchara de madera en lugar de palo y que nos acompañaron durante todo el viaje (porque compré muchas, no porque no nos las comiéramos)

 

Larochette fue la última etapa de nuestro viaje por los castillos. El pueblo aparece escondido tras una colina. Lo que voy a contaros lo negaré siempre, pero para poder tomar estas fotografía, tuve que colarme por un camino cerrado a los peatones por encontrarse en reconstrucción. Y es que me pudieron las ganas de hacer la foto por encima de las casas del pueblo, así que conseguí que un niño me explicara desde dónde podría hacerla, y aunque me contó que el camino estaba cerrado, también me guiñó. Mis dos chicos no se atrevieron a pasar. Muy bien hecho pensé. pero no me pude reprimir y me colé. Mereció la pena ¿a que sí?

Desde aquí nos dirigimos ya hasta Luxemburgo, pero eso ya os lo cuento otro día.

 

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